El post de hoy tiene que ver con la alimentación pero también con todo lo que la rodea. Porque no basta con alimentarnos bien, muchas veces es más importante cómo nos relacionamos con lo que comemos que lo que comemos en sí. Por eso, este post va enfocado a la flexibilidad, la compasión y a el amor propio.
Si vives la alimentación saludable desde el deber y la obligación, desde una postura estricta contigo misma, con culpa, vergüenza y estrés... no merece la pena, no tiene ningún sentido. Ese estrés y emociones no van a alimentar una parte importante de ti y no vas a ser capaz de mantener durante mucho tiempo hábitos saludables.
La clave del proceso está en encontrar placer, diversión, juego, confianza y motivación en este estilo de alimentación. Solamente desde el disfrute podrás hacer de estos hábitos un estilo de vida para siempre. ¡Y ojo! Esto no significa que a partir de ese momento todas nuestras elecciones sean saludables y nuestra dieta perfecta. No. Las dietas perfectas ni existen ni nos interesan.
Cuando vivimos nuestra alimentación o cambio de hábitos desde el respeto y la confianza no tenemos que imponernos nada y tampoco nos castigaremos o diremos palabras feas si alguna de nuestras elecciones son menos saludables. Esa flexibilidad y ese permiso nos da salud mental y, al tiempo, nos permite salir y volver a encontrarnos con facilidad. Porque confiamos en nosotrxs y en nuestro criterio y no necesitamos obligarnos a nada. Lo hacemos porque queremos, porque lo disfrutamos y al tiempo nos cuidamos y la alimentación es una forma más de autocuidado. Explora nuevas recetas, atrévete con nuevos alimentos, diviértete cocinando y disfruta de cada paso en cada momento porque es perfecto, tu ritmo es tu ritmo y cada decisión es personal y única.
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